Cuando llegaba a Jerusalén
para celebrar la pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer un burrito y lo
montó. Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y
otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como acostumbraban
saludar a los reyes.
Es una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de
nuestras vidas. Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se entusiasmó
por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi rey...” Que queremos que sea el rey de
nuestra vida, de nuestra familia, de nuestra patria y del mundo entero.
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